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  • Foto del escritorDr. Goodfellow

La verdadera historia de la rata que nunca fue presumida

Actualizado: 23 oct 2021


Después de mucho tiempo, vuelvo a la consulta del Doctor Goodfellow y lo hago con un libro este libro, escrito por Ana C. Herreros e ilustrado por Violeta Lópiz, que me ha entusiasmado. Un libro que se ha gestado a fuego lento durante siete años y que es un álbum ilustrado, un cuento tradicional de las Islas Baleares, una obra de arte, un ejemplo de buen hacer editorial y muchas muchas otras cosas que iré desgranando en esta reseña.

Tuve la suerte, además, de conocerlo de primera mano a través de la editora y autora del texto, Ana Cristina Herreros. Recuerdo que, en los días previos al confinamiento de marzo de 2020, nos reunimos en la librería Rayuela Infancia para participar en una de sus actividades. Al salir y encender los móviles, mientras cenábamos en un bar cercano, leímos en los periódicos digitales las noticias que llegaban de Italia y, de repente, el ambiente se volvió apocalíptico y nos arrepentimos un poco de los besos y abrazos que nos habíamos dado. Un poco, solo un poco, porque aún no éramos del todo conscientes de la que se nos venía encima. Pues bien, el pasado 17 de septiembre, más de un año después, retomamos el pulso de la vida cultural sevillana donde lo dejamos, en la misma librería, esta vez con la ya mencionada Ana Cristina Herreros y el escritor Alejandro Palomas, premio Nadal 2018, que la acompañó en una actividad llamada «Afinidades Electivas», financiada por el Ministerio de Cultura.

Pero como dicen en nuestra tierra: ¡Vamos al lío!


Foto de Rayuela Infancia

La verdadera historia de la rata que nunca fue presumida se publicó en 2020, por Libros de las Malas Compañías (https://www.librosdelasmalascompanias.com), una editorial independiente y solidaria, cuidadosa con el medio ambiente y con los creadores y creadoras con los que trabaja, y que ha recibido por este álbum ilustrado uno de los premios 2021 a los libros mejor editados en 2020, en la categoría de literatura infantil y juvenil. Pero ¿es este libro solo para niños?

Está claro que el mercado editorial necesita segmentarnos por edades, sexo, género, ideas o formas de vida, pero no estoy segura de que esta segmentación cada vez más absurda beneficie a la literatura y a los lectores y lectoras. Ana Cristina Herreros contó una anécdota que ilustra muy bien, a mi parecer, la raíz de este asunto. En sus continuos viajes a África, donde tiene en distintos países proyectos de cooperación ligados a la creación y puesta en marcha de bibliotecas, ella ha podido comprobar como los niños y niñas de las poblaciones que la acogen no escuchan cuentos específicos para ellos, nadie los considera un público especial. Están donde los adultos, recibiendo las mismas historias que ellos. Cuando preguntó al respecto le dieron una respuesta digna de ser considerada: Si no escuchan los mismos cuentos, ¿cómo aprenderán a ser adultos?

Este aprendizaje vital era, no lo podemos olvidar, una de las principales funciones de los relatos de la tradición oral, y es posible que el cuento popular en el que está basado el texto de La verdadera historia de la rata que nunca fue presumida sirviese antaño para que más de una niña aprendiera que había que tener cuidado a la hora de elegir marido, si no querías, como la pobre rata del cuento, acabar casada con tu predador.

Foto de Rayuela Infancia

Este cuento popular fue recopilado a finales del siglo xix por el archiduque Luis Salvador de Austria durante su estancia en las Islas Baleares. El texto escrito por Herreros se asienta sobre él y mantiene las estructuras narrativas y los resortes propios de la narración oral, como son la repetición, la rima y la acumulación. Estos elementos no pueden desligarse de la vida comunitaria de un tiempo, no muy lejano, en el que la gente joven y vieja, de toda condición y ralea, se reunía para contar historias y compartir el fuego de la palabra, así como conocimientos fundamentales para la supervivencia individual y colectiva. Dada su importancia, estos conocimientos debían fijarse en la memoria mediante fórmulas y ritos.

Con respecto al texto, formalmente tradicional, las bellísimas imágenes creadas por la ilustradora Violeta Lópiz funcionan por contraste. Nos remiten a un mundo moderno, en el que parece primar cierto orden, incluso en el desorden (la rata no es presumida, ya lo hemos dicho, pero sí trabajadora y limpia). Encontramos en las ilustraciones estructuras visuales geométricas, a menudo conjuntos de objetos relacionados, en los que juega un papel importante la simetría. Quizás sea esta simetría la que consigue que el desorden no sea percibido como tal, pues lo que no sabemos los lectores y lectoras al inicio del relato es que esas hermosas imágenes son fragmentos, planos detalle de un universo que se desintegra. Mientras tanto, al felino lo veremos crecer en una secuencia de ilustraciones, en las que aparece simbólicamente enredado en la madeja de sus instintos.

En las ilustraciones predominan los colores fríos, principalmente el azul y el verde, sobre fondos grises y marrones. El color rojo, el color de la herida, se desliza aquí y allá, en el ojo de la rata anunciándonos una tragedia que ella no puede ver. El escenario, finalmente, se desplegará ante los nuestros en unas páginas que nos helarán el corazón. Es la sorpresa que nos hiere, ese zarpazo que nos desgarra cuando sabemos de la intimidad terrible en la que una mujer, conocida o no, ha encontrado la muerte de la mano del hombre con el que compartía techo y lecho.

Es evidente que este libro habla de la experiencia de muchas mujeres que han sufrido y sufren violencia de género, pero no se trata tan solo de lo que nos cuenta, sino de cómo nos lo cuentan las autoras, de la sinergia entre el fondo y la forma, de la ambigüedad, del regreso al orden que se produce cuando a través de la palabra y la imagen contamos el horror, simplemente porque le hemos dado forma al miedo. Se agradece también el acercamiento delicado a una herida abierta en infinidad de personas que han tenido la desgracia de padecer de una u otra forma esa violencia tantos años silenciada.

Creo que poco a poco se va venciendo la idea de que los libros ilustrados (con dibujitos) son para niños. Si te consideras un buen lector o lectora y aún no has explorado el mundo de los álbumes ilustrados, te animo a hacerlo con este del que te he hablado hoy aquí. No te arrepentirás.

Colección: Libros Crecederos

Tamaño: 24 x 28 cm

Páginas: 96 + 1 desplegable

Encuadernación: Álbum ilustrado cartoné

ISBN: 978.84.949242.3.1


Aurora Delgado

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