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  • Foto del escritorDr. Goodfellow

Epístola a Sergio Mayor, autor de CIUDAD MORI (Karima Editora, 2020)


Fotografía: Ana Palmero

EPÍSTOLA A SERGIO MAYOR. PARA EL DR. GOODFELLOW.

Por Carlos Torrero


Póngase cómodo y túmbese en la camilla, por favor. Muchas gracias.

Bien, digamos que hay libros que nacen con vocación de estadio olímpico, estantería de la Fnac, faja gritona o, qué sabe nadie, boca de metro. Otros, sin embargo, se escriben y editan por vocación. Así de simple. Hacen menos ruido, pero a mi entender son extraordinarios. E irrepetibles. Y también difíciles de encontrar. Me refiero no sólo físicamente en las librerías, como es lógico, sino así, en general: Di-fí-ci-les-de-en-con-trar. En el mundo editorial, se entiende. Estos últimos me suelen interesar más.


Sin ir más lejos, acabo de leer una novela muy bien publicada y distribuida y recomendada por gente, supuestamente, de mucho criterio, y la he tenido que dejar. Y no se trataba, precisamente, del último premio Planeta, no sé si me entiende. Con todo, ni chicha ni limoná, que decía mi padre. Mucho ruido y pocas nueces, que dice mi madre. En fin, creo que me explico. Usted dirá «ay, los gustos». Bueno, pues sí, ay, los gustos, pero también es verdad que existen los libros mediocres y fallidos.


Su libro, Ciudad Mori (Karima Editora, 2020), en cambio, es de esos que, una vez descubiertos, se hacen hueco a machetazos en la biblioteca de uno. Además, cuenta con la alfombra roja del gran escritor Miguel Dalmau, flamante (y flamígero) ganador del Premio Comillas 2022 por su biografía de Pasolini, novedad que, esta vez, de ninguna manera pienso dejar pasar.

Bien. ¿Empezamos? Le haré una serie de preguntas. Responda sin pensar demasiado, brevemente si lo desea. Aquí no nos gustan mucho los púlpitos ni los maquillajes.


Si tuviera que rellenar un formulario, ¿qué pondría usted en el espacio destinado a profesión? ¿Tal vez escritor? ¿Lector? ¿Retirado?

Me retiraron, supongo. Andaba siempre en trabajos que no me interesaban. Soy un haragán a disgusto con las órdenes y los horarios. Era la desesperación de los jefes. Era nombrado, en todas las compañías, el peor empleado del mes.


De no haberse dedicado a lo que se dedica, ¿qué le hubiera gustado ser?

Pastor de la Iglesia Anglicana. Lo digo en serio. Hice gran amistad con una reverenda en los días de Londres. Ella vestía siempre camisa negra y alzacuellos. Bebíamos en los bares de Bloomsbury. Leíamos poemas de Herbert. Yo escribía homilías que ella luego pronunciaba en la catedral de San Pablo. Fui un buen homilógrafo.


El inicio de 2001: una odisea del espacio, ya sabe, cuando ese mono tira el hueso al aire y se convierte, gracias al lenguaje audiovisual, en una nave espacial, podría considerarse como una de las elipsis más largas y bellas de la historia del cine. Algo de eso encuentro en la solapa de su libro:

SERGIO MAYOR. Nació en Las Palmas de Gran Canaria. Vive retirado en Gorafe, Granada.

Se agradece, no obstante, que nos ahorre aquello de Segundo premio al mejor microrrelato del Ayuntamiento de Algete y todo eso. Pero un poco más, y se olvida usted de existir. A qué se debe tanto misterio. ¿O tal vez se trata de un gesto político? ¿Qué me dice? ¿Quizás timidez? ¿Discreción máxima?

Falta de biografía. Discreción. Manera de epitafio. Yo no lo escribí, en realidad. Hubiera sido más discreto. No hubiera dado tantos datos.


Su libro se vertebra en torno a tres grandes ejes, en mi opinión:

1. La ciudad de Granada (que funciona casi a modo de droga).

2. Su propio estilo a la hora de usar el lenguaje (que funciona casi a modo de droga).

3. La mujer de la Calle Tablas (que funciona también casi a modo de pura droga sin cortar).

Si tuviera que elegir, ¿podría quedarse con alguno?

Un paciente de Oliver Sacks confunde a su mujer con un sombrero. Yo confundí a una mujer con una ciudad. Así que el primer eje se confunde con el tercero. Si el genius loci de Granada tomara forma humana, aparecería en la figura de la Mujer de la Calle Tablas.


Leyéndole, uno acaso pueda tener más motivos para creer en la reencarnación. Da la sensación de que ha leído y vivido usted lo que otros fieros lectores pudieran haber leído y vivido en tres o cuatro vidas. ¿Tiene su día también 24 horas o el tiempo es un invento del hombre? Díganos la verdad. ¿Cuántas horas lee usted al día? Literatura, digo.

Cada vez menos. Muy desordenadamente, como en todo. Pero tengo una habilidad: conozco un libro en pocas páginas. Parece una jactancia. No, es una habilidad. Como esa gente que reconstruye un dinosaurio con un hueso.

¿Cómo fue el proceso de edición del libro? En ocasiones da la sensación de no querer ser un libro, o de no tener la necesidad de convertirse en uno. No tuvo que ser fácil la organización de todo ese material…

No era un libro. Era un caos, una montonera ingobernable de textos. Sara Castelar, editora enorme, puso orden en la medida de lo posible, el orden que exige una selva: voladura y motosierra.


Si tuviera que ayudar a un librero algo despistado, ¿en qué sección le aconsejaría que pusiese Ciudad Mori? ¿Novela? ¿Relatos? ¿Poesía? ¿Ensayo emocional? ¿Literatura de culto que no quiere ser de culto?

Sección Memorias Teológicas, quizás, tan concurrida. No, en serio, los libreros saben dónde colocar el libro: sección Worst Sellers.


En cualquier caso, el libro ofrece relatos bellísimos, sin duda, cargados de muchas referencias y guiños culturales y con un aliento poético absolutamente oscuro y singular. Pero no huelen a ese malditismo bohemio barato, de bares y habitaciones vacías de hotel, tan usado por otros autores, sino que, más bien, los atraviesa una suerte de verdad teológica que solo escupen cierto tipo de tabernas rancias. Historias, muchas memorables, como la que lleva por título «EL PRIMERO EN CAER» o «LOS LENGUAJES PRIVADOS». ¿Tiene usted a algún tipo de lector o lectora en mente cuando escribe?

No. Nunca. ¿Debiera? Escribir es una actividad de solitarios. Temo, si acaso, los lectores indebidos. Recuerdo una frase de Levinas: «¡Qué corrupción representa para un escritor el ser leído por gente que sabe menos que él!» Dicho sea sin arrogancia: un extraño te lee y te deforma según el Principio de Heisenberg.


Los títulos y bloques que organizan el libro, ¿los encontró usted antes o después de la escritura del fragmento correspondiente?

Todo eso se debe a Sara Castelar. Si Ciudad Mori fuera The Waste Land, un suponer, Sara sería Pound, il miglior fabro, la artífice.




¿Un escritor nace, se hace o se deshace?

No sé. Digamos que los muy grandes nacen (Shakespeare, Rimbaud, Kafka, Lorca…), los demás se hacen y todos, absolutamente todos, se deshacen.


¿Qué otros escritores unidos a Granada, que anden lejos de los focos, nos podría recomendar?

Lo siento. Apenas hago vida social, y mucho menos literaria. Mis amigos son analfabetos puros, no como nosotros, analfabetos adulterados con un poco de Bachelard y un poco de Dante.


¿Recuerda usted lo que se dio en llamar la Generación Nocilla? ¿Qué opinión le merece?

No he leído nada. Deben ser buenos. El nombre no parece auspicioso. Una cosa es la Escuela de la Noche, la Generación Perdida o The Beat Generation, pero… ¿la Generación Nocilla?


¿Recuerda usted lo que se dio en llamar el movimiento literario Nuevo Drama? ¿Qué opinión le merece?

No he leído nada de ellos. Deben ser buenos.


Descríbame, de forma coloquial, su mesa de trabajo.

Un cambalache. La mesa cojea. Libros, ceniza, manchas de café, no tengo manías, salvo el desorden.


Ahora descríbame, literariamente, su mesa de trabajo.

No es una mesa exquisita, un escritorio II Imperio; creo que se parece al escritorio de Dylan Thomas en The Boathouse.


Cuénteme, Sergio, si uno es exigente, siempre hay algún asunto (o varios) con el que no queda satisfecho cuando publica un libro. ¿Se anima a compartir alguno con nosotros?

No me creerá. No he leído Ciudad Mori. No me gusta leerme. Puse todo en manos de Sara. Ella hace las cosas magníficamente.


¿Qué le parece cómo fue recibido el libro? ¿Se preocupa por esas cosas?

Hubo críticas muy buenas. ¿Debo creerlas? No hubo críticas en los grandes suplementos culturales. Creo en ellos, los críticos de Babelia que leyeron el libro y callaron por piedad.


Vive usted, dicen, retirado en una cueva. Andará escribiendo algo. ¿Algo que quiera y pueda compartir en estos momentos?

Técnicamente es una cueva, pero una cueva muy burguesa, con internet y suelos alicatados. Y verá, soy un tipo perezoso, no escribo mucho, no me gusta escribir, no necesito escribir, como dicen otros. En puridad no soy un escritor. Shakespeare era un escritor. Escribía a mano y dicen que jamás corrigió una palabra. La inteligencia le daba el nombre exacto de las cosas. Mi inteligencia, que no da para más, me da el nombre equívoco de todo.

*

De acuerdo, ya hemos terminado por hoy. Tengo entendido que no se prodiga mucho en estos menesteres así que le agradecemos su generosidad. La idea era aportar nuestro granito de arena a visibilizar su trabajo. Creemos que lo merece. Muchas gracias y hasta la próxima.



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