Dr. Goodfellow
EL RETO DE LOS POEMAS ENCADENADOS I

«Había una vez tres no tan jóvenes que fueron a la Academia de Poesía. Les asignaron misiones muy peligrosas. Pero yo los aparté de todo aquello y ahora trabajan para mí. Mi nombre es Dr. Goodfellow».
Para aliviar los días de encierro durante la cuarentena del COVID-19, Aurora Delgado (PhilomenaDuvoltier), Elena Marqués(Eva Nescente, Marqués de Valderrama al 50%) y Manuel Valderrama (Fernando Pessao, Eloy Elaller, AnnieKilaSión, Guillermo Chespi, Lola Menta, Ana Tema, Patrick O’Mero, Klaus Troerege, Francisco de Varr Oco, Sara Tustra, Ptolomeo Spumoso, Tomás Tomenos, SusánTidá, Elena Noalto, Laslo Vasconcelos, Marqués de Valderrama al 50%), poetas de guardia en el gabinete, se fueron alternando para componer un poema cada día, empezando en orden alfabético inverso. Es decir, Valderrama, Marqués, Delgado. Para que hubiera cierta solución de continuidad, el último verso de cada poema debía ser el primero del siguiente (aunque alguna licencia hubo), sin necesidad de que un poema fuese la continuación del anterior. Este es el resultado.
Nota: Absténgase de leerlo los poetas de casta y la casta élite.
Soneto (I), de Fernando Pessao
Soy todas las mentiras que me cuento,
las tímidas verdades que no digo,
el credo de mis padres, que no sigo,
la abulia descreída que alimento.
Soy el puzle de vísceras que abrigo.
Soy el traje de piel con el que siento.
Soy lo que no se ve y lo que aparento.
Lo que me dejo atrás, lo que persigo.
Un humilde poetastro cuentaversos
que abraza su faceta más nudista
y no se reconoce en lo que escribe.
O viste los disfraces más diversos
por verse en el papel protagonista
y no se reconoce en lo que vive.
Soneto (y II), de Eva Nescente
Y no se reconoce en lo que vive,
acaso en lo que sueña, en lo que calla,
en lo que esconde, mudo, en la atalaya
de su insomne latir. Por eso escribe.
Para desenredar lo que percibe
en este extraño campo de batalla,
para besar el viento que desmaya
en el labio de piedra del aljibe.
Mas todo pasará, también la fiebre
que nos oprime el pecho sorprendido
y a un sólido celaje nos condena.
Ya llegará el momento en que se enhebre
el claro acontecer, lo cotidiano,
y olvidemos la infausta cuarentena.
Soneto (y III), de Philomena Duvoltier
Y olvidemos la infausta cuarentena
junto al mar, donde el corazón no tiemble,
bajo la alta luz de la vida llena,
lejos de este sofá, mullida muerte.
Ahora que lentamente cae la arena
dentro del vaso que nunca se vierte,
pasan los días como una condena.
Entre paredes, confinada suerte.
No temas, volveremos a la calle.
Doblarás, sin miedo, la vieja esquina
que añoras triste desde tu balcón.
Porque pronto serás nube en el valle.
Serás viento de cara en la marina.
¡Al fin se acerca la liberación!
Silva (I), de Eloy Elaller
«¡Al fin se acerca la liberación!
Ha llegado el momento
de que hagáis barricadas con los versos,
de blandir las estrofas afiladas»,
confunde la palabra con la acción.
Canciones que al mudar en instrumentos
convierten a poetas en conversos
que adoran las espadas.
Transformar el poema en opinión
diluye el sentimiento.
Tiene efectos adversos
olvidar a las hadas.
Silva (y II), de Eva Nescente
Olvidar a las hadas de la Historia,
Melusina, Viviana,
o la Dama del Lago de DeTroyes,
nos hará —¡quédesgracia!— envejecer.
Mejor guardar con celo la memoria
de su naturaleza de manzana.
¿Acaso, entre el tomillo, no las oyes?
¿Acaso su tejer
de blanca mariposa giratoria
no te ufana?
Te pido que me apoyes:
no las dejes caer.
Silva (y III), de Philomena Duvoltier
No las dejes caer.
Tú recuerda las tardes y las calles,
el frío grave sobre las aceras,
cuando se esconde el sol
entre los bloques de los barrios pobres.
Somos nosotras bajo las moreras
que adornan la estación.
¿Adónde irá ese tren?, me preguntabas.
Los vagones cargados de maderas
entraban en la noche
y volvíamos a casa con las hojas
que esperaban los gusanos de seda.
Seguidillas con bordón (I), de AnnieKilaSión
Los gusanos de seda
hilan el tiempo.
Van tejiendo sin rueca
nuestros deseos.
Ciegos anhelos.
Cuando son mariposas,
los llevan lejos.
Van moviendo las alas
sembrando vientos
que mecen a las barcas
que están en puerto.
Ven, marinero.
Que tu barca ya quiere
zarpar sin dueño.
Seguidillas con bordón (y II), Eva Nescente
Zarpar sin dueño, madre,
es lo que quiero,
que no cuidé mis manos
para el encierro.
Pues tengo el pecho
ávido de aventuras,
lleno de anhelos.
De pequeña soñaba
con trazar versos,
e inventaba a escondidas
mundos y juegos.
No quiera el tiempo
que olvide entre las voces
sus dulces ecos.
Seguidillas de los tiempos de antes(y III), de Philomena Duvoltier
I
Caminaba solita
por mi olivar;
aceitunitas verdes,
búho real.
¡Ay, cuánto extraño
los dulces ecos tiernos
del que yo amo!
II
Ya se pierden los pasos
de madrugá;
un perro sin cobijo
y en libertá.
Ladra perdido
junto al río que fluye
sin un destino.
Lira hamletiana (I), de Guillermo Chespi
Vivo sin un destino.
Marcho con paso firme hacia la duda.
Soy como el peregrino
que en cada senda muda,
preso de incertidumbre testaruda.
Lira parnasiana (y II), de Eva Nescente
Preso de incertidumbre,
testaruda mi mente cual onagro,
no mudo en la costumbre
de esperar el milagro
de que gustéis del verso en el que flagro.
Que mi voz quebradiza
agite vuestros músculos cordiales,
no queden en ceniza
palabras primordiales
con que dejar al mundo las señales
de nuestro paso en él.
Y, antes de que la muerte nos acabe,
subamos al bajel,
deslicemos la nave
al beocio Helicón de pie suave.
Bendecirán las musas
nuestro canto, cerrarán nuestros ojos,
nuestras manos confusas;
e, hincándose de hinojos,
al Parnaso enviarán nuestros despojos.
Lira (y III), de PhilomenaDuvoltier
Al Parnaso enviarán
nuestros despojos, algunas palabras
que te recordarán,
podridas y macabras,
que justo así es la gloria que ahora labras.
Décima o espinela (I), de Lola Menta
Es la gloria que ahora labras,
es la fama que persigues,
el prestigio que consigues,
un castillo de palabras
que, sin querer, descalabras.
Solo es prestigio fugaz.
Por más que busques tenaz,
será efímera la fama.
Pronto extinguirá su llama
el olvido pertinaz.
Décima (y II), de Eva Nescente
El olvido pertinaz
¿no habrá de darme la calma
que necesita mi alma,
mi corazón en agraz?
¿No he de verme, en fin, en paz
en mi plácido retiro:
ora lanzando un suspiro
al degustar un poema,
ora enjuiciando el sistema,
ora pegándome un tiro?
Décima (y III), de PhilomenaDuvoltier
Ora pegándome un tiro
o dándome a la bebida
en esta noche partida
por la estrellita que miro
pasará como un suspiro.
Las botellas que vacío
esconden el sentir mío,
verdades, algún secreto,
un magnífico amuleto
y el canto del mar bravío.
Copla de pie quebrado o manriqueña (I), de Ana Tema
Y el llanto del mar bravío,
sin belleza ni talento,
desafina.
Solo me provoca hastío
su cansino movimiento
de piscina.
Si me mira tuerto el cielo,
albino su ojo de luna,
fijamente,
lo saludo desde el suelo,
le guiño mi ojo aceituna,
imprudente.
No me extasío mirando
un bucólico jardín
adornado.
Prefiero verte danzando
con tu cuerpo de violín
afinado.
Yo me quedo con tu abrazo,
con el enredo de sábanas
arrugadas.
Nuestras pieles hechas lazo,
nudo de caricias, llábanas
enredadas.
Coplas manriqueñas (y II), de Eva Nescente
Enredadas nuestras lenguas,
solo aguardan el sosiego
prometido;
que, si al Amor lo desmenguas,
¿en qué noche errarán luego
sin sentido?
¿Dónde el labio llorará,
dónde la mano y el pecho
rechazados;
quién sus besos pensará
en dramático barbecho
abandonados?
¡Oh, perenne anochecer
del corazón solitario
que lamenta
lo que no quiso perder;
oh, viento mortal, contrario,
cruel tormenta!
Pues quien a Venus ignora
y quien, rebelde, rechaza
sus mandatos,
sin tardanza, en una hora,
habrán perdido su baza
por ingratos.
Copla manriqueña (y III), de PhilomenaDuvoltier
Por ingratos olvidé
esos páramos salinos,
lejos, vida,
del agua que la sed pide
del tiempo y de los caminos
solo de ida.
Y llevábamos por dentro,
esos páramos salinos
donde brilla
en láminas de agua, centro
de los ámbitos marinos,
la barquilla.