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  • Foto del escritorDr. Goodfellow

EL CHICO DE LA ÚLTIMA FILA, de Juan Mayorga



El chico de la última fila es una obra de teatro escrita por Juan Mayorga, uno de los más destacados dramaturgos españoles contemporáneos. De hecho, ha sido galardonado con los más prestigiosos premios nacionales y sus textos han sido traducidos y representados dentro y fuera de nuestras fronteras. Y hace un par de años fue elegido miembro de la Real Academia Española para el sillón "M". La obra se estrenó en el Teatro Tomás y Valiente, en Fuenlabrada, el 14 de octubre de 2006. Pero yo entonces no lo sabía.


Recalé en ella, me temo, como le ocurrió a más de uno, seguro, después de ver una película francesa que me gustó mucho, En la casa, dirigida por François Ozon y estrenada en 2012. La película me sedujo tanto que, al saber que se trataba de una adaptación libre de este texto teatral español, decidí buscar el libreto. Recuerdo que no fue fácil dar con él, pues ya se sabe que los circuitos editoriales y comerciales de la poesía y el teatro son pocos y a veces retorcidos, pero conseguí una edición magnífica a cargo de Ñaque Editora; un proyecto necesario y global para las artes escénicas que ha cumplido 25 años en este 2020 y al que le deseo larga vida. Entre otras cosas porque publican textos para usarse, para trabajar, para provocar con ellos... Y lo consiguen. Sea para ponerlos en escena o para leerlos en la intimidad.


No he tenido la suerte de poder ver representada esta obra sobre un escenario. Me refiero a ver su puesta en escena con actores de carne y hueso. Porque la verdad es que en mi cabeza sí la he podido aplaudir. De hecho, en cada nueva lectura, daba la sensación de ser un pase distinto. Y no sé si eso quiero que cambie.



Juan Mayorga



El chico de la última fila o “Los números imaginarios”, como iba a titularse en un principio, es una obra en la que intervienen seis personajes y cuya sinopsis podría ser la de un profesor de literatura y escritor frustrado que, desanimado y fatigado por las pésimas redacciones de sus nuevos alumnos, descubre entusiasmado que el chico que se sienta al fondo de la clase muestra, en sus trabajos, trazas de gran narrador. Este chico, que se siente extrañamente fascinado por la familia de uno de sus compañeros, escribirá, animado por el profesor, una especie de novela por entregas sobre esa familia, una familia normal de clase media, con sueños medios (y también sobre el profesor), en la que es difícil distinguir entre realidad y ficción.


En palabras del propio Mayorga, una obra sobre maestros y discípulos, sobre padres e hijos, sobre personas que ya han visto demasiado y sobre personas que están aprendiendo a mirar; una obra sobre el placer de asomarse a las vidas ajenas y sobre los riesgos de confundir la vida con la literatura. Una obra sobre los que eligen la última fila: aquella desde la que se ve todas las demás. Y el lector/espectador convendrá que es así. Pero, sobre todas las cosas, es un texto que habla de los límites morales de la ficción, de la necesidad que todos tenemos de que nos cuenten historias y fantasear, sobre uno mismo o sobre los otros, y del peligroso viaje que emprende un profesor y un alumno enfermos de literatura.


El cine dentro del cine. La novela dentro de la novela. El teatro dentro del cine. O el arte dentro de la vida. Me da igual. Reconozco que el metalenguaje me interesa y más si de metaliteratura hablamos. También me siento atraído por aquellas historias en las que se disecciona de forma inteligente la decadencia dentro de las aulas. O reflexionan acerca del arte contemporáneo. Y esta lo tiene todo.

*

GERMÁN No les he pedido que me compongan una oda en endecasílabos. Les he pedido que me cuenten su fin de semana. Para ver si saben juntar dos frases. Y no, no saben. (LEE.) “Los domingos no me gustan. Los sábados sí que me gustan pero este sábado mi padre no me dejó salir y me quitó el móvil”.

*

GERMÁN ¿Hay algo más triste que enseñar literatura en bachillerato? Elegí esta profesión pensando que viviría en contacto con los grandes libros. Sólo estoy en contacto con el horror. Y lo peor no es enfrentarse, día a día, con la ignorancia más atroz. Lo peor es imaginar el día de mañana. Esos chicos son el futuro. ¿Quién puede conocerlos y no caer en la desesperación? Los catastrofistas pronostican la invasión de los bárbaros y yo digo: ya están aquí; los bárbaros ya están aquí, en nuestras aulas.

*

GERMÁN Se trata de esa redacción sobre el fin de semana. Me preocupa.

CLAUDIO ¿La puntuación? Me hago un lío con el punto y coma.

*

GERMÁN ¿Para quién escribo? ¿Para quién escribes tú? Es muy fácil sacar a la luz lo peor de cualquiera, para que la gente mediocre, sintiéndose superior, se ría de él. Es muy fácil agarrar a un personaje y mirarlo por su lado más ridículo. Lo difícil es mirarlo de cerca, sin prejuicios, sin condenarlo a priori. Encontrar sus razones, su herida, sus pequeñas esperanzas, su desesperación. Mostrar la belleza del dolor humano, eso sólo está al alcance de un verdadero artista.

*

JUANA No sé qué pretendes.

GERMÁN Enseñarle.

JUANA ¿Enseñarle qué?

GERMÁN Literatura. Y, a través de la literatura, otras cosas.

JUANA La literatura no enseña nada.

GERMÁN ¿Ah, no?

JUANA Bartleby el escribiente. Lo llevaba en el bolsillo aquel chalao, el que mató a John Lennon. ¿Qué le enseñó la literatura a ese loco?

GERMÁN El asesino de Lennon llevaba El guardián entre el centeno.

JUANA Da igual. Lo que importa es que la literatura no enseña nada. No nos hace mejores.

GERMÁN Educan más tus exposiciones. La gente sale de tus exposiciones muy cultivada. Si es que consiguen encontrar la salida.

JUANA Tampoco mis exposiciones. El arte, en general, no enseña nada.

*

GERMÁN La peor literatura se hace en los catálogos de arte contemporáneo. Poesía basura, jerga de rufianes, cuentos chinos.

*

CLAUDIO No será verosímil pero es verdad. Es lo que pasó.

GERMÁN Da igual que sea verdad. Si no es verosímil, no vale, aunque sea verdad.

*

GERMÁN ¿Ya no vas a la casa?

CLAUDIO Ya no escribo. He decidido concentrarme en las Matemáticas. Las Matemáticas nunca defraudan.


No conviene olvidar que el texto, a pesar de que se puede leer como una nouvelle construida casi exclusivamente con diálogos como, no sé, se me ocurre, Cosmética del enemigo (Anagrama, 2003), de Amélie Nothomb, es un texto teatral, y, como tal, concebido para llevarse a escena, donde el lector/espectador disfrutará de forma óptima ese juego de espejos entre realidad y ficción propuesto por Mayorga.



LA PELÍCULA


En la casa es el título de esta adaptación cinematográfica con varios premios en su haber, entre otros, el de mejor película y mejor guión en el Festival de Cine de San Sebastián en el 2012. Y es que, sobre una magnífica estructura ósea (el texto de Juan Mayorga), François Ozon consigue realizar una película sobresaliente sin extraviarse en el camino. Aquí, el salto del teatro al cine -dos lenguajes tan distintos- consigue realizarse de un modo muy orgánico y natural, de tal manera que el espectador no percibe en ningún momento que está ante una historia originalmente concebida para ser representada en un escenario. Como por ejemplo sí sucede en otras ocasiones. Estoy pensando en Un dios salvaje, escrita y dirigida por Roman Polanski, y basada en la exitosa obra Le dieu du carnage, de la dramaturga francesa Yasmina Reza. O en El método, de Marcelo Piñeyro, basada en la obra de teatro El método Grönholm, de Jordi Galceran. O en Hurlyburly, de Anthony Drazan, basada en la obra de teatro homónima de David Rabe. Magníficas películas, por otra parte. Pero incapaces de esconder su naturaleza teatral.


El cineasta traslada hábilmente la historia a Francia cambiando algunos detalles y unos pocos nombres que sin duda, sedujeron al público francés, contribuyendo así a reforzar algunos grandes nombres de la Literatura Francesa. Encontramos, de este modo, que el instituto se llama Gustave Flaubert, y guiños y referencias continuas al propio Flaubert, La Fontaine o Céline. Pero las tramas principales y el tono es el mismo. Tal vez, la película, profundice algo más en los motivos ocultos que mueven a los personajes y en la mediocridad de esa clase media burguesa europea. Pero la pregunta que el espectador se hará tras verla posiblemente sea la misma: ¿Y yo? ¿Soy un personaje de ficción?


Finalmente, destacar el trabajo de Fabrice Luchini, actor fetiche de Eric Rohmer, en el papel de profesor Germain, Kristin Scott Thomas en el de lectora confidente y el de Emmanuelle Seigner, Esther en la película, Juana en la obra de teatro. ¿Quién siendo adolescente no se habría obsesionado con ella si fuera la madre de un amigo nuestro? De los que hayan visto su papel en Lunas de hiel, supongo que todos.

Carlos Torrero

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