Desubicados, de Sara Coca
Tusca Editoras, Córdoba (Argentina) 2021
El título de una obra es a la vez una promesa y una sugerencia que el autor hace a sus posibles lectores. A menudo, las expectativas creadas no se cumplen y al terminar el libro contemplamos la portada como una ventana cegada.
No es, ni mucho menos, el caso de la obra que hoy traigo al Doctor Goodfellow. Y es que, en Desubicados, Sara Coca hace desde el título un pacto con quien lee sus relatos y lo cumple como si le fuera la vida en ello. Todo, y he ahí lo que me maravilla, sin que veamos cómo lo hace, de qué manera esta jardinera y paisajista de la ficción, árbol a árbol, tijera en mano, consigue crear un bosque de bonsáis de tal densidad narrativa.
Sí, han leído bien, bosque de bonsáis, porque Sara Coca, al menos ahora, se dedica casi en exclusividad a las minificciones. Sé que hay entre el público lector y en el sector editorial muchos prejuicios con respecto a este tipo de narración, yo creo que porque no han leído a Coca; si lo hicieran verían desaparecer de un plumazo sus prevenciones.
Calibrar la calidad de un libro o de un texto por su número de páginas o palabras no solo es arriesgado, además atenta contra el sentido común, máxime cuando advertimos, como ocurre con el libro que nos ocupa, que sus 83 páginas y una cincuentena de relatos de uno o dos párrafos a lo sumo pueden dar lugar a un infinito narrativo de gran belleza.
Esto es posible porque Desubicados no es un batiburrillo de relatos seleccionados y ordenados por un criterio x, sino un libro vivo como advierten al inicio sus editoras. Esto es así porque cada relato establece un diálogo con los demás, con las ilustraciones y también consigo mismo, con su versión visual, a la que podemos acceder mediante el código QR que encontramos al final de cada página. En definitiva, un auténtico festín para quienes amamos que nos cuenten historias.
En nuestro país existe, como sabemos, una tradición literaria realista. Nos encanta el retrato social y cuando hablamos de realidad nos remitimos casi siempre a los paradigmas científicos inaugurados por Newton en el siglo XVIII. La teoría de la relatividad nos resulta increíble y no hablemos de la física cuántica. Por suerte para nosotros, Sara Coca abandona en este libro la vieja barraca de los espejos patrios y nos adentra en un territorio donde no solo podemos contemplarnos más o menos deformados, sino tocar la realidad por dentro, descubrir sus estructuras y las que nos constituyen como seres humanos.
Nos encontramos, por tanto, ante mundos en los que todo es posible, habitados por una galería de personajes a los que une no saber qué hacen en el sitio en el que están. Tienen la sensación de no pertenecer y llevan su extrañeza hasta sus propios sueños, pues a menudo descubren que sueñan los sueños de otros, sueños heredados. Porque, al igual que los edificios, los humanos también tenemos vicios ocultos.
Quisiera en estas líneas finales dejar un hueco para las ilustraciones que acompañan los textos. Empezaba esta reseña hablando del título, de la portada, pero no mencioné, lo reservé para el final, que en ella hay una ilustración muy bella, la de un hombre alado. Si es un ángel o no, yo no lo sé. Esta ilustración, como todas las demás, es obra del padre de la autora, Ramón E. Losada, fallecido el año pasado. La literatura, ya lo ven, como defiende Sara Coca en sus narraciones, no entiende de fronteras, y por eso, para ella, como demuestra en Desubicados, la muerte no es ni mucho menos una barrera infranqueable, les animo a comprobarlo.
Aurora Delgado
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