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Foto del escritorDr. Goodfellow

Sin noticias de Acuario, de Reyes García-Doncel


Después de beberme Sin noticias de Acuario puedo presumir de haber leído la obra completa de Reyes García-Doncel. Y, aunque no es muy extensa (a la producción narrativa me refiero), su calidad literaria habla por sí sola. Como, además, tengo la suerte de conocer a la autora y tenerla como amiga, ya habíamos hablado en más de una ocasión de esa primera novela de la que quedaban apenas tres o cuatro ejemplares distribuidos entre librerías perdidas de España, lo que daba una idea del gran éxito que tuvo en su momento, allá por 2011. También hemos hablado de la posibilidad de reeditarla, pero esa es otra historia. En cualquier caso, doce años después no ha dudado Reyes en rescatar para mí uno de esos escasos volúmenes, y así he tenido la oportunidad de sumergirme en la ficción con la que inauguró su andadura por las letras.


De las óperas primas se suele renegar a menudo, especialmente cuando el deseo de publicar nos coge demasiado jóvenes. No es el caso de Reyes García-Doncel, que ha esperado a tener una obra madura e interesante para tirarse en plancha. Además, las aventuras y desventuras de Isabel, que abandona la adolescencia para lanzarse a los abismos de la vida y la búsqueda de un sentido a lo que nos sucede, me ha parecido no solo jugosa en la trama, sino muy bien resuelta en todos los aspectos.


Narrada desde una primera persona capaz de transmitir sus vacilaciones, sus dudas, sus deseos y sus miedos, acendrados en esa etapa de cambio que supone la salida del colegio y la entrada en la universidad (o el paso de la infancia a la madurez, si es que eso existe), Sin noticias de Acuario nos introduce en los recovecos de una secta inspirada en las filosofías orientales y seguidora del gurú Maharaj Ji que, a través de la meditación, el control del pensamiento, la música y esas tranquilas y esperadas sesiones de satsang en los ashram (vais a tener que leer la novela para saber qué significa), aspira al Conocimiento y la Perfección. Poca cosa, vamos. Como si eso estuviera al alcance de cualquiera.


Por lo pronto, esa información acerca de un mundo que vemos normalmente idealizado, del que conocemos los rostros dulcificados por la paz interior, el desasimiento de lo material y el rechazo de los engaños del mundo, me ha resultado muy atractiva, pues lo ignoraba casi todo. También la relación del budismo y fórmulas semejantes de espiritualidad con drogas y alucinógenos para conseguir ciertos estados más o menos fronteros al nirvana, al que yo creo nunca llegaría ni con todos los opiáceos del mundo. Además, me ha gustado mucho saber que no hay que ir al templo Mahabodhi para experimentarlo, sino que en el Campo del Sur puede uno departir con cualquier aspirante a premie que espere la llegada de la era de Acuario.


Porque, como en otras ocasiones, Reyes parte de lo conocido y sitúa la acción en la ciudad de Cádiz. Aunque la protagonista no se queda allí. Viaja por diferentes puntos de Europa siguiendo un mito. Y, como en toda travesía, discurre por distintas etapas, desde la devoción y el entusiasmo por pertenecer a un grupo, algo fundamental en esa etapa difícil de la existencia y el crecimiento, hasta la crítica de una doctrina que no resulta ser tan espiritual como se nos pinta. Una crítica, también, hacia el carácter del hombre, pues si algo destaca en esta novela es la capacidad de observación de Reyes, la facultad de dibujarnos cualidades y defectos encarnados en toda una fauna de personajes fanatizados por una causa o desencantados por otras. El retrato de sus amigas de la infancia y la adolescencia, los destinos que eligen o por los que se ven arrastradas, sus conflictos con el mundo, el peso de la familia, de la tradición y de la Iglesia católica, la búsqueda de algo más allá de la rutina de los días y las imposiciones oficiales, el egocentrismo de algunos supuestos líderes, las ideologías encontradas, todo ello se va exponiendo poco a poco, junto a la historia de la transición española, a través de una familia acomodada en la que los hijos intentan rebelarse a la tiranía del padre mientras este teme los cambios que experimenta el país; un tema que le interesa mucho a Reyes según deduzco de su última novela, En el río trenzado, que desde aquí también recomiendo. Con ese telón de fondo de los últimos coletazos de la dictadura, las reuniones clandestinas de partidos prohibidos deseosos de la revolución, las manifestaciones estudiantiles, Isabel se esmera en encontrar su identidad, donde la amistad, la lealtad, el sexo y el amor juegan un importante papel.


Ya digo que el recorrido por la novela resulta muy agradable. Los diálogos son fluidos, las descripciones, detalladas a la vez que equilibradas, y las pequeñas perlas de pensamiento crítico y reflexión se desembarazan de juicios de valor y posturas partidistas, pues la voz de la narradora se limita a exponer, además de a transmitirnos con lucidez las distintas fases que ella misma atraviesa, de las que destacaría el desengaño. Aunque quizás sea ante los hombres más que hacia las ideologías y las doctrinas, todas estupendas sobre el papel, pero con sus fallas y contradicciones; algo que para quien se busca a sí mismo no puede servirle de mucho.


En fin, que, como reza el título (no estoy, creo, destripando nada, que ya la autora así lo ha decidido), Isabel no asiste nunca a la llegada de la era de Acuario. Qué le vamos a hacer. Quizás le esté destinada en otra vida.

Elena Marqués

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