Algunos de los recuerdos más vívidos de mis inicios como lector están relacionados con mi sorpresa ante la increíble capacidad de Julio Verne para adelantarse a la ciencia al describir inventos y hazañas que poco después se materializarían fuera del mundo ficticio de sus libros. En sus relatos, sus coetáneos pudieron viajar antes que nadie a las profundidades marinas a bordo de un submarino, conocer la fotografía subacuática o ser testigos del desarrollo de la aviación y de la llegada del ser humano a las regiones polares y a la Luna. En su novela París en el siglo XXI, inédita hasta 1994, alcanzó a retratar una sociedad sombría, dominada por el Estado y controlada por la tecnología en forma de una red de comunicaciones que a muchos se les antoja muy parecida a internet. Todo esto le hizo ganarse los apelativos de visionario, precursor de la ciencia ficción y padre de la literatura predictiva. Pero lo cierto es que esa capacidad de Verne para adelantarse a las novedades científicas, que lo alejan de la ciencia ficción de H.G. Wells, más interesado por la fantasía pura que por ser certero en sus predicciones de futuro, no era casual. El francés no se consideraba científico, pero se alegraba de haber tenido la fortuna de nacer en “una época de descubrimientos notables y maravillosas invenciones”. Pese a ser un hombre de letras, estaba al tanto de las investigaciones más relevantes de su tiempo, lo que le permitió incorporar a sus obras realidades que, si bien todavía no formaban parte del día a día de la sociedad, estaban cercanas en el tiempo a plasmarse de forma tangible.
Leyendo La vía del futuro, un servidor advierte en los relatos de Edmundo Paz Soldán una relación similar con el futuro más cercano a la que podría adivinar un lector del siglo XIX en las publicaciones de Julio Verne. No debe ser casual que el autor boliviano sea profesor de Literatura Latinamericana en la Universidad de Cornell, importante centro de I+D para aceleradores de partículas. Solo gracias a esa proximidad a los avances científicos y tecnológicos puede uno reflexionar con tanta clarividencia al respecto de las implicaciones éticas, morales, laborales y hasta religiosas de los próximos avances y sus consecuencias en nuestra forma de vida como especie.
¿Podrá el desarrollo de la inteligencia artificial llevar al ser humano a plantearse los derechos de las máquinas? ¿Llegaremos, tal vez, a adorarlas como a nuevos dioses? ¿Hasta dónde nos llevará el desarrollo de nuevas drogas? ¿Podrán ser utilizadas por los poderes políticos y económicos para hacer más llevadera la obsolescencia del ser humano? ¿Qué nuevas formas de explotación laboral nos esperan a la vuelta de la esquina? No es sorprendente que los relatos de La vía del futuro transiten entre la ciencia ficción y la realidad más inmediata. Edmundo Paz Soldán sabe que la distopía más perturbadora no surge de imaginar un futuro lejano; sino de la plasmación de las amenazas que se nos ciernen en el horizonte más próximo. Es aquello que intuimos inminente, casi inexorable, lo que más pavor despierta en nosotros.
Manuel Valderrama Donaire
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