NÚM. DE PÁGINAS 144
COLECCIÓN Narrativas hispánicas /Anagrama
PUBLICACIÓN 01/05/2004
Siempre me cuesta arrancar un texto porque sé lo que quiero decir, pero tardan en llegar las palabras adecuadas. Tarda, digamos, en alinearse y llegar a mi mente esa serie de olas que intuyo merece la pena intentar cabalgar, las que me llevarán tal y como deseo, hasta la orilla. Para eso, uno necesita paciencia y algo de oficio. No es fácil saber leer esas olas. Tampoco en el océano, pero finalmente uno, tras remar y esperar, remar y esperar, consigue colocarse en el punto óptimo donde poder coger esa ola, o al menos eso dicen. No he hecho surf en mi vida.
Es muy probable que el primer adjetivo que venga a calificar este libro del escritor guatemalteco Eduardo Halfon sea «metaliterario». Sí, no hay posible equivocación aquí; se trata, sin duda, de un libro metaliterario. ¿Excesivamente metaliterario? Bueno, eso depende. Es cierto que hay quien se queja de que la metaliteratura es un tema que está demasiado presente hoy en día. Bien, es posible. A mí me parece que el tema de los hombres que beben demasiada cerveza está infinitamente más sobrerrepresentado, por ejemplo, y no escucho tanta queja; por tanto, no para mí, que la escritura que habla de escritura, de escribir, me gusta más que la ensaladilla de mi madre.
Y más si se hace con esa prosa cálida tan «halfoniana» y tan difícil de encontrar. Pero es cierto que es un libro que no me imagino entre muchos aplausos y comentarios elogiosos en algunos clubs de lectura que tengo en mente y que consumen otro tipo de literatura. Al decir «consumen» creo que me explico.
Y es que la literatura de Eduardo Halfon va por otro lado, y aunque en este libro, un poco Frankenstein (a caballo entre los cuentos, la novela, el diario, la entrevista y el ensayo), aún no esté quizás tan presente lo que luego ha sido una constante en su obra, la indagación en la memoria y la identidad, ya se pueden apreciar muchas de las filias y fobias de su autor. No obstante, el libro fue finalista del Premio Herralde de Novela en 2003.
¿Por qué alguien empieza a escribir? ¿Hay un momento exacto en el que uno «se convierte» en escritor? ¿Cuándo irrumpe ese ángel literario entonces y uno cae en ese pozo de la literatura? Halfon no tiene la respuesta, por supuesto, pues la literatura que le interesa entiende más de preguntas que de respuestas, claro, pero le sirve de partida para hacer un recorrido apasionante por algunos de los orígenes literarios más interesantes, como el de Hermann Hesse, Carver, Hemingway, Piglia, Borges o Nabokov. Especial mención para este último y el espacio dedicado a lo que (se supone, pero que no) fue su primer poema, toda una delicia. También aparecen cameos ilustres como los de Enrique Vila-Matas, como no podía ser de otra manera, o Andrés Trapiello, y acontecimientos relevantes como la muerte de Bolaño.
El propio proceso de escritura del libro es el libro, una vez más. Y esa indagación en el misterio del nacimiento de un escritor, ajena y propia, va tejiendo un relato que, como casi siempre, nada sabe de fronteras. Y la experiencia lectora es muy similar a la de otros libros suyos (a mí me gustan especialmente El boxeador polaco, Biblioteca bizarra y Canción). Al principio, el lector entra en un universo y unas formas muy de cuentista, (seguramente Halfon sea básicamente eso, un gran cuentista), y avanza en una nebulosa, un extrañamiento placentero e incómodo del que va saliendo de a poco, hasta que finalmente todo parece coger sentido. Y si no encaja perfectamente, como en esta ocasión, uno se lo perdona, porque el viaje emocional ya se ha hecho. Y ha sido una suerte de regalo. No obstante, a uno siempre le queda la sensación de que todos sus libros, en realidad, forman parte de un único libro y que esa es la razón por la que algo siempre parece salir borroso, no ajustarse. Tal vez, en un futuro, y con toda su obra escrita y publicada, podamos jugar a construir ese maravilloso puzle.
Carlos Torrero
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